La desaparición física del ex presidente Hugo Rafael Chávez, posee una singular significación política. Con él desaparece también el proyecto que fue conocido como "chavismo". En lo oculto, Chávez no construyó nunca un verdadero movimiento político, orgánicamente vinculado a la sociedad. Pero ese sentimiento popular y la masa que le daba cuerpo adquirieron la connotación de una suerte de partido, si bien informe y carente de un pensamiento político que pudiera considerarse como doctrinario. Pues bien, cualquier cosa que pudiera considerarse "chavismo" ha desaparecido. El personalismo que caracterizó el régimen del comandante mató ese movimiento. Todo giraba alrededor de Hugo Chávez y faltando este eje, los restos del chavismo giran en una suerte de vacío de liderazgo que sus herederos no son capaces de llenar. El chavismo, pues, como tal, ya no existe. Existen chavistas, pero dispersos, y pronto los veremos disputándose el legado político de Chávez. Legado político, por cierto, en el cual no es fácil distinguir características ideológicas que le den sustantividad. Lo que Chávez pensaba y decía, aunque no siempre de modo coherente. Pero su mera figura llenó, a su manera, un espacio de la historia del país. Sin embargo, no estando físicamente presente, tampoco hay chavismo, porque más allá de su figura no había más nada.
Lo que no lograron sus rivales, lo hizo la enfermedad. Hugo Rafael Chávez Frías murió este martes 5 de marzo a los 58 años y puso fin a casi 14 años de gobierno. Tan amado como odiado. Héroe revolucionario para sus seguidores, dictador populista para sus críticos. Audaz, carismático e impredecible, fue un hombre de pasiones y el responsable de recibir el liderazgo de la izquierda latinoamericana y renovarla. Su tercera reelección, en octubre de este año, le había dado luz verde para completar 20 años de presidencia ininterrumpida. Pero el cáncer, del que fue operado por primera vez en junio de 2011 en Cuba, pudo lo que ningún político opositor venezolano ni jornada electoral logró desde hace más de una década: destronar a uno de los líderes latinoamericanos que más tiempo han permanecido en el poder. La primera vez que el mundo escuchó hablar de Hugo Chávez fue el 4 de febrero de 1992, cuando el joven teniente coronel lideró un fallido golpe de Estado. Tras renunciar a la carrera militar y pasar dos años en la cárcel, Chávez asumió la presidencia en 1999 y su figura transformó por completo el rostro de la política venezolana y la dinámica de las relaciones latinoamericanas. Montado sobre una ola de popularidad sin precedentes y promoviéndose como el líder que cambiaría el clásico sistema bipartidista que había gobernado al país desde la llegada de la democracia en 1958, su estilo desenfadado y directo tenía poco que ver con el perfil más tradicional de sus antecesores. Son pocos los mandatarios que han cantado en sus alocuciones radiales y televisivas o en actos oficiales como lo hizo Chávez. Pocos han sido tan provocadores como fue él, tanto en relación al empresariado y la clase alta del país como hacia los adversarios ideológicos externos, empezando por el ex presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a quien llegó a llamar “el diablo” en plena sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas.
Lo que no lograron sus rivales, lo hizo la enfermedad. Hugo Rafael Chávez Frías murió este martes 5 de marzo a los 58 años y puso fin a casi 14 años de gobierno. Tan amado como odiado. Héroe revolucionario para sus seguidores, dictador populista para sus críticos. Audaz, carismático e impredecible, fue un hombre de pasiones y el responsable de recibir el liderazgo de la izquierda latinoamericana y renovarla. Su tercera reelección, en octubre de este año, le había dado luz verde para completar 20 años de presidencia ininterrumpida. Pero el cáncer, del que fue operado por primera vez en junio de 2011 en Cuba, pudo lo que ningún político opositor venezolano ni jornada electoral logró desde hace más de una década: destronar a uno de los líderes latinoamericanos que más tiempo han permanecido en el poder. La primera vez que el mundo escuchó hablar de Hugo Chávez fue el 4 de febrero de 1992, cuando el joven teniente coronel lideró un fallido golpe de Estado. Tras renunciar a la carrera militar y pasar dos años en la cárcel, Chávez asumió la presidencia en 1999 y su figura transformó por completo el rostro de la política venezolana y la dinámica de las relaciones latinoamericanas. Montado sobre una ola de popularidad sin precedentes y promoviéndose como el líder que cambiaría el clásico sistema bipartidista que había gobernado al país desde la llegada de la democracia en 1958, su estilo desenfadado y directo tenía poco que ver con el perfil más tradicional de sus antecesores. Son pocos los mandatarios que han cantado en sus alocuciones radiales y televisivas o en actos oficiales como lo hizo Chávez. Pocos han sido tan provocadores como fue él, tanto en relación al empresariado y la clase alta del país como hacia los adversarios ideológicos externos, empezando por el ex presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a quien llegó a llamar “el diablo” en plena sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas.
La desaparición física del ex presidente Hugo Rafael Chávez, posee una singular significación política. Con él desaparece también el proyecto que fue conocido como "chavismo". En lo oculto, Chávez no construyó nunca un verdadero movimiento político, orgánicamente vinculado a la sociedad. Pero ese sentimiento popular y la masa que le daba cuerpo adquirieron la connotación de una suerte de partido, si bien informe y carente de un pensamiento político que pudiera considerarse como doctrinario.
ResponderEliminarPues bien, cualquier cosa que pudiera considerarse "chavismo" ha desaparecido. El personalismo que caracterizó el régimen del comandante mató ese movimiento. Todo giraba alrededor de Hugo Chávez y faltando este eje, los restos del chavismo giran en una suerte de vacío de liderazgo que sus herederos no son capaces de llenar. El chavismo, pues, como tal, ya no existe. Existen chavistas, pero dispersos, y pronto los veremos disputándose el legado político de Chávez. Legado político, por cierto, en el cual no es fácil distinguir características ideológicas que le den sustantividad. Lo que Chávez pensaba y decía, aunque no siempre de modo coherente. Pero su mera figura llenó, a su manera, un espacio de la historia del país. Sin embargo, no estando físicamente presente, tampoco hay chavismo, porque más allá de su figura no había más nada.
Lo que no lograron sus rivales, lo hizo la enfermedad. Hugo Rafael Chávez Frías murió este martes 5 de marzo a los 58 años y puso fin a casi 14 años de gobierno.
ResponderEliminarTan amado como odiado. Héroe revolucionario para sus seguidores, dictador populista para sus críticos. Audaz, carismático e impredecible, fue un hombre de pasiones y el responsable de recibir el liderazgo de la izquierda latinoamericana y renovarla.
Su tercera reelección, en octubre de este año, le había dado luz verde para completar 20 años de presidencia ininterrumpida.
Pero el cáncer, del que fue operado por primera vez en junio de 2011 en Cuba, pudo lo que ningún político opositor venezolano ni jornada electoral logró desde hace más de una década: destronar a uno de los líderes latinoamericanos que más tiempo han permanecido en el poder.
La primera vez que el mundo escuchó hablar de Hugo Chávez fue el 4 de febrero de 1992, cuando el joven teniente coronel lideró un fallido golpe de Estado.
Tras renunciar a la carrera militar y pasar dos años en la cárcel, Chávez asumió la presidencia en 1999 y su figura transformó por completo el rostro de la política venezolana y la dinámica de las relaciones latinoamericanas.
Montado sobre una ola de popularidad sin precedentes y promoviéndose como el líder que cambiaría el clásico sistema bipartidista que había gobernado al país desde la llegada de la democracia en 1958, su estilo desenfadado y directo tenía poco que ver con el perfil más tradicional de sus antecesores.
Son pocos los mandatarios que han cantado en sus alocuciones radiales y televisivas o en actos oficiales como lo hizo Chávez.
Pocos han sido tan provocadores como fue él, tanto en relación al empresariado y la clase alta del país como hacia los adversarios ideológicos externos, empezando por el ex presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a quien llegó a llamar “el diablo” en plena sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas.
Lo que no lograron sus rivales, lo hizo la enfermedad. Hugo Rafael Chávez Frías murió este martes 5 de marzo a los 58 años y puso fin a casi 14 años de gobierno.
ResponderEliminarTan amado como odiado. Héroe revolucionario para sus seguidores, dictador populista para sus críticos. Audaz, carismático e impredecible, fue un hombre de pasiones y el responsable de recibir el liderazgo de la izquierda latinoamericana y renovarla.
Su tercera reelección, en octubre de este año, le había dado luz verde para completar 20 años de presidencia ininterrumpida.
Pero el cáncer, del que fue operado por primera vez en junio de 2011 en Cuba, pudo lo que ningún político opositor venezolano ni jornada electoral logró desde hace más de una década: destronar a uno de los líderes latinoamericanos que más tiempo han permanecido en el poder.
La primera vez que el mundo escuchó hablar de Hugo Chávez fue el 4 de febrero de 1992, cuando el joven teniente coronel lideró un fallido golpe de Estado.
Tras renunciar a la carrera militar y pasar dos años en la cárcel, Chávez asumió la presidencia en 1999 y su figura transformó por completo el rostro de la política venezolana y la dinámica de las relaciones latinoamericanas.
Montado sobre una ola de popularidad sin precedentes y promoviéndose como el líder que cambiaría el clásico sistema bipartidista que había gobernado al país desde la llegada de la democracia en 1958, su estilo desenfadado y directo tenía poco que ver con el perfil más tradicional de sus antecesores.
Son pocos los mandatarios que han cantado en sus alocuciones radiales y televisivas o en actos oficiales como lo hizo Chávez.
Pocos han sido tan provocadores como fue él, tanto en relación al empresariado y la clase alta del país como hacia los adversarios ideológicos externos, empezando por el ex presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a quien llegó a llamar “el diablo” en plena sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas.