Hipnotizados por el pasado...Jorge Bucay

Una vieja historia cuenta que cierta vez, en un bohemio barrio
parisino, vivía con su esposa y sus dos hijos un joven pintor.
Amaba su trabajo y le dedicaba horas y horas del día y de la noche
a cada obra, tratando de conseguir el trazo buscado, el tono exacto, la forma ideal.
Los resultados no acompañaban a su esmero. Siempre
le costaba colocar su obra y cuando finalmente vendía un cuadro,
solo conseguía por él unos pocos francos, que apenas rellenaban
a medias los huecos de su endeudada economía.
Una noche cuando ya sus hijos dormían, entró en el dormitorio
y besó a su esposa en la frente para despertarla.
–¿Qué sucede? —dijo ella, casi preocupada.
–Voy a irme —dijo él. Tengo en mente una obra que espero sea
la mejor que alguna vez pinte….
Pero no encuentro aquí en la casa la inspiración que necesito.
Preciso más espacio y otros estímulos.
Debo buscar afuera los colores de la serenidad, de la iluminación,
de la trascendencia. Necesito descubrir las formas del
amor, de la pasión, de la aventura y si no los encuentro nunca seré
el pintor que deseo ser ni pintaré el cuadro que sueño…
El joven se marchó, a pesar del dolor de los suyos.Y cuatro años
después, una mañana, volvió. Su esposa lo recibió con todo su amor intacto.
–¿Pintaste tu cuadro? —le preguntó.
–No —dijo el joven. Me di cuenta de que todo lo que buscaba
está aquí, en esta casa, en ti y en mis hijos, pero no podía verlo
porque me creía que estaba prisionero.
Ahora estoy aquí sabiendo que soy libre.
Ahora mis ojos pueden verlo todo con más claridad.

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